martes, 30 de noviembre de 2010

DeDiL sIn DeDo... DeDo SiN DeDiL ...

¿Quién no ha perdido alguna vez algo?
Todos, antes o después, hemos sido presa de un ´mini´ataque de nervios cuando hemos hechado mano a agarrar algo, y no estaba. Y cuando ese algo era absolutamente necesario en esa situación, en vez de ´mini´ataque, es una histeria en todas condiciones. (Hablo por mi).
Duicen que la capacidad de extraviar cosas o no recordar pequeños detalles podría deberse sencillamente a la falta de una proteína en la posición 57,2 del cromosoma tres.
Pero soy publicista...no neuróloga, así que no se muy bien qué significa, (seguramente, por despiste, lo olvidaré).

La siguiente foto es de un dedil que me encontré en la puerta de mi casa del pueblo hace cosa de un año y medio. No tengo ni idea de por qué llegó ahí ni cómo, ni tampoco a quien pudo pertenecer. Pero me pareció tan desangelado que lo fotografié, (dió la casualidad de que tenía la cámara en la mano), y he creído conveniente meterlo como 1º inserción de mi blog que hablará de "cosas perdidas que me encuentro en la calle".
Los dediles son definidos como: "Funda de goma, cuero u otro material que se pone en los dedos para protegerlos o para que no se manchen en ciertos trabajos".
Llegados a este punto en que no sabemos cómo, ni de quién, ni en qué momento llegó al suelo de enfrente de mi casa, (hechos que nunca sabremos), conjeturemos pues:
-Quizás éste pudo ser de un zapatero que arregló los tacones altos de una chica de pueblo con cierto sobrepeso, los cuales destrozó el día de la boda de su prima en la que pilló infraganti al novio con la dama de honor. La angustia de no poder contar la verdad la consumía por dentro, y le creaba tal frustración que solo pudo comer y comer y comer hasta que sus tacones no fueron capaces de sujetarla más y troncharon. Entonces, después de la boda (y del atracón), llevó los zapatos al zapatero, y éste, con su dedil de cuero, atornilló los clavos de titánio que debían sujetar la ansiedad y la frustración de la chica, (casi literalmente).
El final termina siendo algo dramático ya que, cuando los zapatos estaban listos, arreglados y listos para cargar otros 120 kg, la mala fortuna quiso que el recién estrenado marido de su prima pasase por allí. La chica entonces agarró uno de los tacones, lanzándolo con tanta fuerza hacia la cabeza del chico, que el dedil quedó enrredado y voló a la vez hacia el lado de la calle donde iba a morir desangrado por taconazo un infiel. Así, el dedil quedó a merced del viento, que lo arrastró hacia la puerta de mi casa. Y el tacón de titanio hizo alarde de su capacidad de dureza y resistencia al atravesar un cráneo.
¿Todos felices?...Supongo que la viuda no. Y la frustrada protagonista tampoco, porque se quedó descalza...
Pero el zapatero vendió la imágen de "calidad de producto: zapatos de tacón resistentes hasta la muerte". Y ganó mucho dinero... (aunque perdió un dedil).


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